EL LEGADO DE LEONARDO

Alguien dijo “Aprendiz de todo, maestro de nada”, pero la globalización, las últimas tecnologías y los formatos de la comunicación han cambiado las reglas de juego. Las empresas actuales, además de buenos expertos, necesitan en sus filas verdaderos “Leonardos da Vincies”, que enriquezcan sus especialidades con otras disciplinas complementarias para disfrutar de una visión mucho más global y de mayor valor para la organización. De hecho, el Renacimiento y el siglo XXI tienen dos cosas en común: la importancia de no despreciar ninguno de los conocimientos que ayuden a obtener una perspectiva más amplia y pluridisciplinal de cualquier materia.
En este contexto, la especialización a ultranza es difícil de comprender, básicamente porque nada funciona así. Desde el cuerpo humano hasta el universo todo se basa en una estrecha interrelación que provoca igualdades y desigualdades para conseguir una especie de equilibrio que tiende a restablecerse una y otra vez.
Haciendo un barrido por la historia, –partiendo de los filósofos clásicos hasta llegar a los cerebros del Renacimiento–, la mayoría de los estudiosos que propiciaron el avance del ser humano no entendían de esas barreras inexpugnables que separaran los distintos tipos de saber; de la misma forma que un especialista de una determinada materia tendría que partir de conocimientos de diferentes disciplinas si quiere llegar a lo concreto, con una comprensión más amplia y fiable.
Tal como concluyó en su día Ludwig von Mises, en su obra Autobiografía de un liberal (1973), lo más aconsejable para profundizar en cualquier asunto es ampliar el ángulo de conocimiento: “Lean todo acerca de un tema, desde todos los puntos de vista (…) solo cuando conozcan su campo desde todos los ángulos podrán decidir que es correcto y qué es falso y estarán preparados para responder a todas las preguntas”.